martes, 6 de mayo de 2025

EL ALMA AFRICANA DEL ROCK ESPAÑOL

Siempre quise hacer mi humilde tributo a Hermes Alogo Mebuy: el alma africana del rock español, el guitarrista "negro" de "Los Suaves". Hoy creo que ha llegado el momento.

Hay vidas que parecen construidas por el destino para acabar siendo leyendas. La de Hermes Alogo Mebuy es una de ellas. Aunque en los datos de su biografía hay algunas páginas perdidas, sabemos que nació en Guinea Ecuatorial. Hermes tenía marcado desde la infancia un papel de líder, pues a los 14 años, la muerte de su padre lo convirtió en jefe de su aldea. Pero Hermes no aceptó el trono del poder tradicional. Eligió otro camino: el del arte, el del riesgo, el de la libertad. En lugar de un bastón de mando, tomó una guitarra como compañera y con ella lideró su historia en los márgenes indomables del rock.




Un viaje de huída de sus orígenes lo llevó al corazón de Galicia, al Circo de los Muchachos en Ourense, un lugar donde los niños aprendían a soñar entre carpas y malabares. Allí, Hermes deslumbraba como acróbata: levantando columnas humanas y equilibrando vidas... Con el circo hizo giras por todo el mundo, pero había algo en él que pedía otra forma de expresión, más profunda, más visceral. Fue en un viaje a Japón, cuando aquel joven africano se compró una guitarra Yamaha, para aprender a tocarla de manera totalmente autodidacta. Nunca imaginaría que la compra de esa guitarra le llevaría a firmar su propio pacto con el diablo, y en definitiva, con su destino.




La guitarra se volvió una extensión de su alma y poco a poco fue realizando una metamorfosis que de acróbata lo transformó en guitarrista. Esa guitarra, con la que convirtió su inspiración en arte, lo acompañó en cada nota y en cada escenario de la vida. Con ella se unió a Los Suaves, una de las bandas más icónicas del rock español, y se convirtió en parte de la energía indomable que los definió. Su estilo era pura honestidad eléctrica, una mezcla de blues, punk, rock y mucha alma. Hermes no tocaba: hablaba con la guitarra. Y quienes lo oyeron o lo vieron no lo olvidarán jamás.

Vídeo, en el que he querido hacer un triple tributo:
a los Suaves, a Hermenegildo y a Phil Lynott


Pero como tantas almas libres, Hermes conoció el lado oscuro de la vida. A pesar de su talento y su entrega, vivió entre fronteras invisibles: sin papeles, sin derechos, como un acróbata sin red. Fue padre, fue esposo, fue músico, pero también fue víctima de un sistema que no supo verlo, y un día desapareció, abandonandolo todo, incluso a "los Suaves" cuando estos comenzaban a tocar el ansiado éxito. Hermes volvió a su tierra natal, no por su libre elección, sino por necesidad. La falta de papeles que legitimara su presencia en España le hizo huir, para así regresar de nuevo a su país. Allí, una enfermedad le fue robando lentamente el movimiento de sus manos, esas manos que en tantas ocasiones volaron por el mástil de su guitarra, y cuando su cuerpo ya no pudo más, en soledad y en el silencio de su Guinea natal, Hermes apagó su luz para siempre.

Pero su eco permanece. En cada riff sincero, en cada canción nacida del dolor y la belleza, vibra algo de Hermes. Su vida fue una canción sin estribillo, sin concesiones. Y como dijo su compañero Charly de los Suaves: “Donde quiera que estés, querido Hermenegildo Alogo Mebuy (Hermes), véngate de los tiempos injustos y recuerda los buenos que pasamos. Aquí nosotros siempre te recordaremos..."

Hermes no fue solo un guitarrista. Fue un símbolo. Fue la prueba de que la música puede ser patria, refugio y grito. Fue, y seguirá siendo, el corazón africano del rock español.