viernes, 15 de mayo de 2015

¿SERIA EL REY?




          Corría el año de 1990. Paseaba con mi amigo "Sevi" por el bellísimo paseo marítimo de la playa de la Concha, en un incipiente y mágico verano en el que ya habíamos tenido la oportunidad de saludar y confraternizar con el mismísimo Javier Gurrutxacha, por el corazón del casco viejo, y con Mikel Eretxun,  en una tienda de discos, gracias a las relaciones de nuestro otro amigo Pedro el burgalés.  Pero el destino nos deparó una nueva sorpresa. 

          La expresión de mi amigo "Sevi" fue: "Vaya negro más elegante". En otras palabras, nos habíamos topado con un señor mayor de color, que resaltaba como un destello dentro de un elegantísimo traje blanco. Persona grande, fuerte y gruesa que no pasaba desapercibido. Sin duda alguna estábamos delante de alguien importante ¿sería el rey?.

          Sólo su presencia creaba una especie de aureola, que debe ser la gloria o la fama de una estrella de verdad. Nos quedamos atónitos y ante la cercanía y la posibilidad de haber estrechado la mano a uno de los más grandes, nos quedamos  de piedra y dejamos pasar la oportunidad de haber cruzado unas palabras con el genio.

          Esa noche tocaba el rey en la majestuosa ciudad de San Sebastián, junto con otro genio, igual de grande, Chuck Berry, y aunque por aquel entonces, prefería pasar las noches rodeado de las melodías de Helloween, los acordes del viejo Barón, y de los encantos de una bellísima morenita estadounidense de pelo erizado que se hacía llamar Roxanne, decidí  que iría al concierto.  


Actuación de B. B. King
de la época en que yo lo descubrí.

          Gracias a este concierto de puro blues, descubrí a un torrente de voz, que con calma y tranquilidad también tocaba su guitarra, con un sonido limpio, con unos riff claros, concisos y llenos de virtuosismo. Esta forma de tocar la guitarra quedaba lejos de la saturación de los punteos y de los tapping que demandaba mi juventud rockera, pero fue como encontrar la puerta de otro mundo, al que, por desidia, nunca me había adentrado.

          Dada la edad del músico en cuestión, en aquel año 1990 creí haber estado en un concierto único, pero nada más lejos de la realidad, pues la vitalidad del rey, le hizo seguir subido a un escenario 25 años más, hasta que la pasada noche, a la edad de 89 años, decidió enmudecer para siempre a su guitarra "Lucille".

          No cabe duda, os estoy hablando de uno de los grandes, de B.B. King, ese bluesman, que viajó de la más absoluta pobreza hasta la máxima cima de la fama, que ganó 15 premios Grammys, al que han adorado y del que han querido beber músicos del talento de Eric Clapton, Bono o el cercano Raimundo Amador entre muchos otros.

          Ahora sólo puedo decir, "Adiós Rey del Blues", y que otra Lucille de 6 cuerdas te espere en el cielo a modo de arpa como instrumento celestial, para entretenerte en los largos ratos de la eternidad. 
          
Os dejo con Caldonia
una canción que me gusta.